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EL VIAJE
Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, Pirineo Aragonés – Octubre 2019
Introducción
El Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido es, sin duda, uno de los rincones más espectaculares del Pirineo Aragonés. Lo he visitado en numerosas ocasiones y nunca me canso de volver. Especialmente en los días más intensos del otoño, a finales de octubre, cuando el parque se viste de colores increíbles. Si además hay un poco de nieve, el contraste entre el otoño y el invierno crea un paisaje de ensueño.
Mi pareja nunca había estado en esta zona del Pirineo, así que la convencí para hacer una escapada de unos días y enseñarle este lugar que tanto me ha marcado. Coincidía, además, con que su cumpleaños es el 26 de octubre, así que planificamos la ruta para volver justo ese día y que ella pudiera celebrarlo con sus amigas.
20 de octubre de 2019
Alquilamos un pequeño apartamento en el pueblo de Broto, una base ideal para movernos entre distintos valles. Salimos temprano y nos dirigimos directamente al Valle de Pineta. El día nos recibe con lluvia intensa, pero lejos de desanimarnos, la lluvia hace que el valle esté aún más espectacular, con cascadas por todas partes.
Aunque llueve bastante, no hay riesgo de desbordamiento, así que podemos hacer media montaña con seguridad. El Valle de Pineta lo conocí por primera vez con apenas 12 años, durante unas colonias de fin de primaria. Pasamos cinco días aquí y, en aquel momento, me pareció el paraíso. Siempre me había gustado la montaña, pero aquella experiencia fue como descubrir un mundo nuevo.
Desde entonces, ya de adulto, he vuelto varias veces con mi propio coche, recorriendo no solo Pineta, sino también Ordesa y toda la zona.
Aparcamos en el parking de Pineta y comenzamos a subir por el camino hacia las cascadas del Cinca. Desgraciadamente, el sendero que pasa junto a las cascadas estaba cerrado por la fuerte lluvia, así que tuvimos que desviarnos y seguir el camino principal hasta llegar al Llano de La Larri.
Subimos bien equipados con chubasqueros. A pesar de la lluvia, mereció mucho la pena. Disfrutamos de los paisajes cubiertos de niebla, con colores intensos por la humedad, todo absolutamente mágico. Tras la caminata, volvemos al coche y hacemos una breve parada en el pueblo de Espierba, un lugar con vistas preciosas sobre el valle.
21 de octubre de 2019
Hoy dedicamos el día a recorrer el Valle de Ordesa, y fue, sin duda, una excelente decisión.
Aunque en la parte baja del valle los colores de otoño todavía no están en su punto máximo, en las zonas más altas el paisaje ya muestra esa paleta característica de ocres, rojizos y dorados. Y bueno… ¿qué decir de este valle? Cada tramo del sendero impresiona más que el anterior.
Seguimos el camino habitual y pasamos por lugares como las cascadas de la Cueva, la cascada del Estrecho, y seguimos subiendo hasta llegar a las Gradas de Soaso. Finalmente, alcanzamos la mítica Cola de Caballo, uno de los puntos más emblemáticos del parque.
En ese momento empieza a llover ligeramente, pero vamos bien preparados con nuestras chaquetas Gore-Tex. Para proteger la cámara, uso por primera vez el Cotton Carrier, un sistema para llevar la cámara sin necesidad de engancharla a la mochila. Es muy cómodo, va sujeto directamente al pecho y además tiene una funda impermeable que me vino genial ese día.
Llevo años con este sistema y la verdad es que estoy muy contento con él. Me permite hacer fotos incluso en condiciones difíciles, sin complicarme la vida.
22 de octubre de 2019
Después de haber disfrutado intensamente del Valle de Ordesa el día anterior, hoy decidimos explorar otra zona del parque, un poco más apartada, pero igualmente espectacular: el Cañón de Añisclo.
En lugar de recorrer la parte baja del cañón, optamos por una ruta diferente. Subimos hasta el pueblo de Tella, desde donde hay miradores increíbles con vistas panorámicas de todo el cañón. Un entorno más tranquilo, menos transitado, y con una belleza sobrecogedora. El contraste entre las montañas, el bosque otoñal y el profundo desfiladero es algo que no se olvida fácilmente.
23 de octubre de 2019
Las previsiones meteorológicas para Ordesa eran muy malas, así que decidimos cambiar de zona y dirigirnos hacia un lugar donde, en principio, llovería menos. Nuestra primera parada fue la estación internacional de Canfranc.
Fue una visita muy breve desde fuera, pero aún así me dio pena ver cómo una estación tan emblemática se ha convertido en un hotel sin apenas opciones para ser visitada como un lugar histórico o convertido en museo ferroviario. Ojalá algún día se le dé el valor patrimonial que merece.
Después, cruzamos a Francia para hacer una excursión rápida por el Valle de Aigüestortes, un lugar que conocía de antes y que me hacía ilusión enseñarle a mi pareja. Fue un momento muy especial: el valle mostraba un paisaje mixto con los últimos tonos verdes del otoño, nieve en las cimas y un río serpenteante atravesando el fondo del valle. Un contraste precioso y una experiencia muy emotiva.
24 de octubre de 2019
El día anterior habíamos intentado subir a los miradores de Ordesa en taxi 4×4, pero la lluvia nos obligó a cambiar los planes. Hoy decidimos intentarlo de nuevo.
Estos taxis suben hasta la parte alta de los miradores. Años atrás yo hice esa subida a pie, pero sinceramente, si se puede ir en coche, no merece la pena el esfuerzo solo por decir que se ha hecho andando. Eso sí, si no contratas un taxi privado, compartes el trayecto con otros turistas, y vas al ritmo que marca el grupo. Eso nos frustró un poco, porque justo cuando subimos, el tiempo empeoró de nuevo.
Aun así, la vista desde los miradores era espectacular. El valle de Ordesa lucía radiante, con los colores del otoño cubriendo el bosque, mientras las cumbres estaban nevadas. El contraste entre el rojo, el dorado, el blanco de la nieve y el cielo gris era algo realmente especial. Sin duda, fue uno de los momentos más bellos del viaje.
Al finalizar la excursión, como todavía era temprano, decidimos visitar otro sector del Parque Nacional, esta vez a pie. En lugar de tomar la ruta hacia la Cola de Caballo, giramos hacia el Circo de Cotatuero.
No íbamos del todo equipados para hacer una travesía completa, así que nos conformamos con llegar hasta la cascada de Cotatuero. Aun así, solo esa pequeña subida nos sorprendió por completo: el entorno, el sendero, las vistas desde la cascada hacia el valle… una maravilla.
Regresamos al apartamento, cansados pero felices, sabiendo que al día siguiente volveríamos a casa.
Conclusión
Es verdad que vinimos un poco temprano para ver los colores otoñales en su punto más álgido, pero a cambio pudimos disfrutar de nevadas tempranas, de una atmósfera húmeda y mágica, y de paisajes que te dejan sin palabras.
El Pirineo Aragonés nunca decepciona. Raquel quedó encantada, tanto que le ha cogido el gusto a la montaña. Le ha entrado el gusanillo de la alta montaña, así que ya estoy empezando a convencerla y equiparla poco a poco para que, en futuras escapadas, podamos subir un poco más alto.