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Llega otro verano más, otro verano en el que estoy asfixiado de calor en casa y, como siempre, deseando encontrar el frescor del Pirineo.
Es julio, y en ese momento había luna nueva, lo que, como cada año, me impulsa a buscar un lugar especial para fotografiar la Vía Láctea. Me paso tiempo investigando por internet, explorando mapas en busca de sitios sin referencias previas. También busco un lugar donde esté permitido pasar la noche en tienda de campaña.
No me apetecía ir a refugios, ni guardados ni libres, ni a hoteles. Prefiero llevar mi tienda, que siempre está limpia y me permite tener mi espacio, sin molestar a nadie y, lo más importante, sin que nadie me moleste, especialmente con luces, cuando hago fotografía nocturna.
Así que, buscando y buscando, encontré el lugar ideal: el Parque Natural de Posets-Maladeta.
Dentro de este parque me centré en una zona con un fuerte desnivel, el Ibón Grande de Batisielles.
18 de julio del 2018
Emprendo mi excursión desde casa. Aunque es algo pronto, me esperan cinco horas de coche hasta el inicio de la ruta. No salgo muy temprano porque tengo que preparar todo el equipaje, así que salgo sobre las 9 o 10 de la mañana y llego allí hacia las 3 de la tarde.
Una vez allí, como algo rápido, cojo la mochila, la tienda y todo lo necesario. Llevo unos 20 kilos de peso entre el equipo fotográfico, la ropa, el saco y demás cosas para dormir. Comienza la subida.
El primer tramo es bastante llevadero, pero después empieza a ponerse más exigente. En poco tiempo, hay un desnivel acumulado de 1200 metros. Empiezo a subir y, como siempre, el ambiente del Pirineo aragonés es espectacular. Me encanta: los árboles, los ríos, el aire fresco… todo.
Subiendo, me cruzo con muchos grupos de escolares y colonias de verano. Bajaban en grupo, adolescentes y niños, muchísimos. Pero bueno, yo sigo mi camino. Al ser verano, hay muchísimas moscas, y entre el sudor y el calor, se vuelve algo molesto, sobre todo en ese primer tramo.
Finalmente llego al primer ibón: el Ibón de Escarpinosa.
Un lugar precioso. Justo cuando llego, se nubla un poco, lo que, aunque parezca una pega, en realidad agradezco, porque se hace mucho más llevadero seguir subiendo con tanto peso. Hago algunas fotos rápidas y continuo, porque he empezado a escuchar truenos a lo lejos y no quiero que me pille la lluvia antes de montar la tienda.
Sigo ascendiendo. En este tramo ya no me cruzo con casi nadie. Solo veo a un montañero con cuerdas, con pinta de alpinista experimentado. Me cede el paso amablemente mientras yo sigo subiendo, ya algo cansado.
Llego arriba… ¡y qué pasada de lugar! El Ibón Grande de Batisielles es simplemente espectacular. Enorme, rodeado de montañas impresionantes, un paisaje puramente pirenaico.
Justo en ese momento, cae una gota y me digo: “Cuidado, mejor monto la tienda ya, que no me quiero empapar”. Así que la monto rápidamente, justo a tiempo, porque me cae un buen chubasco.
Por suerte, mi tienda es buena, de cuatro estaciones. Prefiero llevar un poco más de peso, pero asegurarme de que no me entre agua ni que el viento me la destroce. Me refugio dentro, y la tormenta pasa sin problemas. Todo queda un poco húmedo, las piedras mojadas, pero el ambiente tras la lluvia… ¡es mágico!
Las nubes se disipan justo a tiempo para una puesta de sol impresionante. Los últimos rayos de sol atraviesan las montañas, iluminando solo las cimas, creando un ambiente único.
Antes de cenar, dejo preparadas las dos cámaras haciendo timelapse. Luego, preparo la cena tranquilamente mientras cae la noche.
Para fotografía nocturna, aunque a nuestros ojos parezca que ya es de noche, la cámara necesita una oscuridad más profunda. En verano, en estas latitudes del Pirineo, eso ocurre entre las 11 y las 12 de la noche.
Cuando por fin se hace de noche de verdad, el espectáculo comienza.
Tengo un poco de luna, la justa para iluminar levemente las montañas, lo que le da un toque mágico a las fotos. Reflejos en el lago, la tienda iluminada, las estrellas sobre las montañas… Realmente, una experiencia inolvidable en el corazón del Pirineo.
Dejo una cámara grabando timelapse durante toda la noche… y me voy a dormir, feliz.
19 de julio de 2018
Después de haber pasado una buena noche —aunque escuché alguna piedra cayendo a lo lejos—, todo transcurrió en calma. Sin rayos, sin truenos… ese silencio absoluto que solo se encuentra en estas latitudes del Pirineo.
Veo la salida del sol y vuelvo a dejar la otra cámara haciendo timelapse, capturando los primeros rayos del amanecer. Recojo la tienda, que está completamente empapada. La sacudo un poco, pero tengo que guardarla así, mojada. Ya la abriré cuando llegue a casa para que se seque bien.
Recojo todo, me pongo la mochila al hombro y subo un poco más para luego comenzar el descenso por los ibones de Escarpinosa (hay que buscar bien el camino para no desviarse). El primer tramo de bajada es todo una tartera: un mar de piedras, muchas de ellas gigantes. Es un poco complicado encontrar el sendero entre tanta roca, pero tengo la suerte de contar con buen sentido de la orientación. Bajo con cuidado… y todo va bien.
Llego al ibón… y es espectacular. Realmente impresionante. Desde esta zona se ve el ibón con el Pico Perdiguero de fondo, y su reflejo sobre el agua crea una imagen inolvidable.
Una de las fotos que tomé aquí me la han publicado varias veces en Viajes National Geographic, entre otras revistas. Una gran satisfacción.
Sigo bajando, feliz, saboreando cada paso de regreso. Ha sido una escapada algo fugaz, pero intensa, y me quedo con muchas ganas de volver a este parque natural en otra ocasión.